31 mars 2013

ROLANDO VILLAZÓN EN EL JUBILÄUMSSHOW 50 JAHRE ZDF



Rolando Villazón intervino ayer noche en el programa especial del 50 aniversario de ZDF, una larga Gala en la que se rememoraron muchos momentos de ese periodo en la exitosa cadena alemana. 

EL PERIÓDICO MEXICANO LA JORNADA UTILIZA UNA FOTO DEL BLOG VILLAZONISTA SIN PERMISO NI CITAR LA FUENTE




- con tres dias de retraso,  el dos de abril finalmente La Jornada ha modificado el pie de foto, 
añadiendo "foto: Anne /Blog Villazonista" -

Parece inconcebible, pero estas cosas suceden...al menos en México. Un periódico considerado serio, uno de los principales medios del país, publicó ayer una noticia, en su edición impresa y digital, con una inadmisible falta de ética periodística, una foto "robada" al Blog Villazonista, la misma foto de Anne con la que abríamos el post del 27 de marzo.




La Jornada publica una crónica, una buena crónica de Carlos A. Pérez Ricart, sobre el concierto de Villazón y Barenboim en la Berliner Philharmonie y, en lugar de acudir a las fotos oficiales del evento, ha recurrido a la nuestra, cosa que hasta me hubiera parecido aceptable, si al menos hubiera citado la fuente. ¿Cómo puede un medio que se supone prestigioso poner una foto sin ningún tipo de identificación del origen?

Después de enviar primero un comentario a la misma crónica (sin publicar), a la redacción (sin respuesta), esperar unas cuantas horas, de publicarlo en Twitter (@lajornadaonline) y en el Facebook de La Jornada, he decidido hacerlo público en un post, para que quede constancia de ese abuso, cuando en el Blog Villazonista quedan muy claras, en el pie de página, las condiciones de uso de sus fotos:

ATTENTION! All original material, including articles and photos are ©villazonistas unless otherwise credited ©. While hoping you enjoy my articles and photos I would be glad to share them or have them published on other media, websites & blogs if you kindly notify me.


También he puesto en contacto con el autor de la crónica, que me ha respondido inmediatamente y concretado que, después de asistir al concierto de Viena, él se limitó a enviarla al medio, no siendo un colaborador habitual, y que no ha tenido ninguna intervención en la edición ni la publicación de la foto.

Como realmente su crítica es interesante y bien escrita, aunque en algún aspecto tengo alguna discrepancia, la reproduzco aquí, citando, como siempre hago, la fuente (La Jornada) y el autor, Carlos A. Pérez Ricart.


Berlín, 29 de marzo.

Mucho ha llovido y nevado en Berlín desde aquella noche de julio en 2006, cuando el tenor mexicano Rolando Villazón compartió con Plácido Domingo y Anna Netrebko el escenario de la famosa Waldbühne en la capital alemana.

Aquel verano Villazón coronaba el éxito mundial que había supuesto la grabación protagonizada en Salzburgo por el tenor y la soprano Netrebko de La Traviata, de Verdi, con la que el mexicano y la rusa hicieron temblar el legado de Pavarotti y Joan Sutherland. Era la cereza del pastel y la capital alemana se rendía a los pies del dúo demoledor.

Desde entonces las cosas no habían ido tan bien para Villazón: una primera lesión en la garganta en 2007 y otra –más dolorosa aún– en 2009, poco antes del Lucia di Lammermoor que el MET preparaba con Netrebko. Esa tarde, Edgardo fue interpretado por el polaco Piotr Bezcala y el cantante mexicano se preparaba para una intervención quirúrgica que lo mantendría lejos de los escenarios durante varios meses.

Recuperado, Rolando Villazón reapareció en noviembre de 2010 en Berlín para presentar una muy irregular –y casi mala– compilación de canciones mexicanas que pretendían celebrar el aniversario de la Independencia. (¡Mexico!, Deutsche Gramaphon, 2010). En aquel concierto, efectuado en una sala a medio llenar, se escucharon silbidos y algún abucheo. Para ser sinceros, Agustín Lara nunca fue peor cantado.

Cuando parecía que no se hablaría más del mexicano en la ciudad, el talento se sobrepuso al destino. En 2012 pasó por el Schiller Theater, donde interpretó un buen Nemorino (en L’elisir d’amore) que suscitó reseñas positivas.

El martes pasado, sin embargo, Villazón volvió por la puerta grande a esta ciudad: en la Filarmónica de Berlín, de la mano del pianista y director argentino-israelí Daniel Barenboim, con la Staatskapelle de esta capital, en el contexto de la celebración de Pascua que la orquesta hace cada año, en la que converge lo mejor de la música clásica alemana e internacional. No había mejor escenario ni mejor momento para volver la memoria siete años atrás.

El programa del concierto del martes era, por sí solo, una delicia; dos obras orquestales en las antípodas del repertorio musical: la Ouvertura I vespri siciliani, de Giuseppe Verdi, y Le sacre du printemps, de Igor Stravinsky. Entre las dos estaba situado una rareza musical: cuatro de los ocho romanze per tenore e orchestra, de Verdi, y orquestados por Luciano Berio. El mexicano era el solista.

La obertura de Verdi sirvió para preparar la noche. Los violines de la Staatskapelle obedecieron milimétricamente las órdenes de un Barenboim embriagado de música. A veces suave, a veces furiosa, a veces sufriente, a veces lacrimosa, a veces frenética. Así es la música de Verdi y así se tocó el martes.

Alegría, confianza y técnica

Vino el turno de Rolando Villazón, quien eligió para esa noche cuatro de los ocho romances compuestos por Verdi y transcritos por el maestro Luciano Berio en 1991 (In solitaria stanza, Il mistero, Deh, pietoso, oh Addolorata y L’esule). Las obras, casi desconocidas para el gran público, tienen ecos de grandes óperas (Nabucco, Don Carlo) e incluso frases enteras que remiten a otras arias (Tacea la notte Placida, en Il Trovare). La orquestación de Berio reconstruye los gestos verdianos al tiempo en que toma distancia de las frases más comunes de, por ejemplo, La Traviata; modifica algunos elementos de la relación entre armonía y letra y actualiza una obra al lenguaje musical de finales del siglo XX.

Pero Villazón es de los grandes y no se intimida ante Verdi ni Berio ni Barenboim ni el público berlinés. En la voz del tenor mexicano había alegría, claridad, matiz y técnica. Pero sobre todo talento y confianza.

Quien escuche el disco más reciente del cantante (Villazón Verdi, Deutsche Gramaphon, 2012) reconocerá tres de las obras que fueron interpretadas en la Filarmónica y me concederá razón en que Villazón logra, a pesar de tratarse de un encadenamiento de arias desvinculadas de su situación original, impedir el menoscabo dramático y rescatarlas del vacío tan recurrente en estas situaciones. Pues bien, lo mismo sucedió con la exégesis del martes. En la sede de la Filarmónica de Berlín fueron interpretadas cuatro obras distintas, diferentísimas, pero que parecían una sola. El público así lo percibió y aplaudió a rabiar en los tres diminutos intermedios entre cada romance y después de la última aria. Era apenas la mitad de la noche y el público berlinés, habitualmente determinado a no salir de sus asientos, se ponía de pie para reconocer el talento, el carisma y la voz del tenor mexicano.

Al centro del escenario aguardaba un piano negro destinado a ser utilizado única y exclusivamente para el encore. Barenboim colocó sus dedos sobre el alfil, Villazón calentó la voz y juntos, ya en clima de máxima alegría y comunión entre artistas y público, interpretaron otro exquisito romance de Verdi: Il poveretto.

El sonido del piano –sublime y delirante con Barenboim– y la complicidad con la voz de Villazón provocaron otra hilera de aplausos a la que se sumó la orquesta. Salió Barenboim del escenario, recogió un libreto y ante la sorpresa del propio Villazón volvió al piano e interpretó un sexto romance: Brindisi. No estaba en el programa ni en el acuerdo del preconcierto; estaba simplemente en el aire: otra obra tenía que ser tocada. Entonces volvieron los aplausos, los gritos y las sonrisas de un tenor que recupera la fuerza y la confianza de antaño.

Al final del concierto, la gente se preguntaba por la próxima presentación de Villazón en Berlín. No habrá que esperar mucho –sonreían con alivio, pues en abril cantará acompañado otra vez por Barenboim y su orquesta, el Requiem de Mozart. Y ese día tal vez caiga el cielo sobre Berlín.