foto: Gómez Xavier, La Vanguardia |
A punto ya de sus dos actuaciones en el Liceu, en el Tamerlano de Handel, los dias 6 y 9 de julio, Plácido Domingo está ya en Barcelona para los ensayos, y recibió ayer la Medalla de Oro del Círculo del Liceu. Hoy La Vanguardia publica esta entrevista, y la reproduzco entera (con error "Tameriano" incluido) porque, pasado el día de su publicación, su texto no sería accesible.
Plácido, apasionado, sensible, jovial y en activo; Plácido capaz de bucear en el drama de la ópera Tameriano,
de Händel, que ayer ensayaba en el Liceu –se verá del 6 al 9 en
formato concierto– y acto seguido sumergirse en una cena de homenaje
para recibir la Medalla de Oro del Cercle del Liceu. Plácido, piel
tostada, cabellos frondosos y andar resuelto. Plácido subido al podio
del más grande artista lírico de donde su milagrosa voz no le permite
bajar, ni a sus 70 años. Recién llegado de París donde ha dado vida a
Pablo Neruda en Il Postino –el novedoso título del malogrado compositor mexicano Daniel Catán– Plácido atiende a La Vanguardia en el Cercle del Liceu.
¿Ha sido positiva la experiencia en la piel de Pablo Neruda?
Muy positiva, tanto para el público de Los Angleses, como el de Viena
y ahora el de París. Un exitazo y al mismo tiempo una experiencia muy
triste porque en abril perdimos a Catán. Pero qué se le va hacer, digo,
es la vida. Los resultados han sido extraordinarios. Me gustaría traer
esta obra al Liceu.
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¿Se siente más expuesto cuando interpreta a un personaje real
y en una ópera que adapta un título cinematográfico conocido por el
gran público?
Cuando los personajes son históricos son más interesantes. Me he
documentado mucho sobre Neruda, como ser humano, como artista y como
político. Cualquiera que sea el personaje, tratas siempre de poner mucho
de cómo crees que fue, pero irremediablemente vas a ser tú mismo.
¿Es una buena fórmula adaptar películas para abrir la ópera al gran público? Usted ya participó con David Cronenberg en La mosca.
El público se ha desarrollado mucho en la mayoría de las capitales y
en los centros importante como es este Teatro del Liceo, que tiene cada
día más variedad de repertorio. Creo que está acostumbrado a todo, es
decir, ya no es aquel público que siempre quiere ver lo tradicional. Lo
mismo ve lo tradicional, el clasicismo tremendo, como ve un estreno
mundial u obras atonales. Está mucho más preparado y cuenta con un
repertorio mayor, con mucho Händel, el género barroco, el clásico y
abundante Janácek, del que antes se hacía Jenufa y ya era demasiado, y
ahora se hace también Totenhaus, Katia Kavanová... Y las hay
escandinavas, más el repertorio ruso, que ha crecido muchísimo, o las
obras veristas desconocidas.
¿Qué opina de la polémica entre puristas y reformistas de las puestas en escena del repertorio?
Hay maneras de presentar las obras, sacarlas de su época, hacer otras
cosas. Pero lo que yo quiero ver todavía es que nos cuenten la historia
bien. Y hay gente que abusa, que hace escándalo con sus presentaciones.
Eso no lo toleraría en mi teatro. Como director de teatro yo no sólo
voy a lo que a mí me gusta; también a lo que le gusta al público y me
inclino un poco hacia la crítica. Pero lo que no quiero ver son
producciones de esas que sólo se hacen una vez, que no son tradicionales
ni son modernas y sin embargo ofenden un poco al oyente.
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Abandona ahora la dirección de la Ópera Nacional de Washington. ¿Qué balance hace?
El jueves me despedí tras 15 años de los que estoy orgulloso. La
compañía creció, la hemos internacionalizado, pero ahora es mejor dejar
que venga una renovación.
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Y ahora se concentra en la Ópera de Los Ángeles. ¿Tiene algún proyecto contra la crisis?
En Estados Unidos ha habido que acortar la progamación, como en los
teatros de Europa. La crisis ha azotado a todos, no podemos hacer mucho
más.
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¿Ha tenido la tentación de soltar un discurso como el de
Ricardo Mutti en Milán, reivindicando que la ópera es esencial para la
cultura y que no puede sufrir recortes sin que los montajes se
deterioren?
Y qué se puede hacer. Cuando hay una crisis así a muchos les afecta y
algunos a los que no les afecta también la utilitzan. Es decir... yo he
estado dando mucho y hay tantas cosas a las que dar. El mecenazgo es
algo muy extendido, especialmente en Estados Unidos, y todo el mundo
ayuda a tantas causas que al final es un poco difícil, ¿no?
La verdad es que no la actualizo pero me voy a meter de lleno.
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Su imagen ayuda al mecenazgo. Y hablando de imagen, en su web se le escucha cantando Granada. ¿Lo ha escogido usted? ¿La actualiza personalmente?
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¿Es una vida paralela en la que debe cuidar su imagen?
Sí, porque desgraciadamente, y digo desgraciadamente porque creo que
antes vivíamos más tranquilos, internet está aquí. Yo no estoy metido,
considero que ver ahí las noticias, etcétera, te quita el tiempo. Tiene
sus ventajas, pero también cosas malas. Por ejemplo, a un artista le
sucede algo en un teatro, algo que no ha ido bien, y en menos de tres
horas todo el mundo está enterado. Hoy cualquier cosa está ahí, sin
tiempo a reflexionar. Hay un abuso sobre la forma en que la gente aboca
su opinión y cambia de idea. Lo veo sobre todo en la televisión: la
gente está todo el día conectándose y ves las opiniones que dan y
bueno...
¡Les encanta! Van a venir a Valencia a verme [dirigirá en el Palau de les Arts con motivo del centenario de Gian Carlo Menotti].
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¿Sus nietos llevan su música en el iPod? ¿Les gusta oírle?
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¿Pero ha tenido usted que convencerles o han salido convencidos?
Están convencidos. Ahora oyen a este terceto de adolescentes
italianos que cantan las mismas canciones que cantábamos Luciano, José y
yo , y están entusiasmadísimos. Ponen su O sole mio, y cuando ya lo han
oído dicen, "ahora vamos a poner el del abuelo y el de Luciano y el de
José". Y se ponen a cantar.
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¿Y sus amigos les siguen en este terreno?
No, son mundos distintos. Creo que eso lo hacen más bien en la
familia. Uno de ellos lo dice todo cantando "¿Cómo está usted señooor?",
le digo. Y responde: "Muy bien, abueeeelooo".
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¿Cómo seduce a la juventud para que se acerque a la ópera?
Soy un apasionado de los cantantes jóvenes. Ahora tengo tres grupos:
en Washington, Los Ángeles y Valencia, y mi concurso de canto Operalia,
de donde han surgido los nombres más grandes de la juventud de hoy en
día. Creo que hay una generación muy afortunada de cantantes de toda
especie. Cada día hay más ópera, más teatros y más cantantes, lo que
también es peligroso: hay cantantes que corren demasiado porque hay
muchos teatros que les pueden contratar y hay que saber dejarse guiar.
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Cada uno tiene su personalidad y su fuerza. No tomé yo el lugar de
nadie ni nadie va a tomar mi lugar, sino que son generaciones que surgen
así espontáneamente. -
¿Ve en alguna parte un relevo de su voz, de su energía?
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Dicen algunos entendidos que se le ve ahora más cómodo en la tesitura de barítono.
En los conciertos estoy combinando el programa de arias o duetos de
tenor y también de barítono, y me siento cómodo. Claro que ya no canto
muchas de las óperas que cantaba antes. Después de haber pasado por todo
lo tradicional, lo verdiano, lo pucciniano, lo francés, llegar a Mozart
y Wagner y a las óperas rusas, ahora me ha asomado al barroco, a
Händel. Y ahora quiero hacer óperas de barítono que son óperas que me
fascinaban.
Sencillamente tengo entusiasmo y pasión por lo que hago. Pero sí dencanso, lo necesito. Siempre he sido así, no es una novedad.
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Una frase suya: "Si descanso me oxido". Ese frenesí suyo,
¿puede ser interpretado como una huída hacia adelante, una carrera
contra el tiempo?
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¿Ha sido hombre de una sola mujer o ha procurado serlo?
Llevo 50 años casado con mi mujer. Me sale de dentro.
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Si no hubiera tenido la suerte de compartir sus inicios con su mujer, ¿hubiera sido capaz de dejar su profesión por amor?
Nunca me han hecho esta pregunta. Habría sido imposible para mí vivir con una persona que no amara la música.
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En el Cercle se le espera con los brazos abiertos. ¿Qué tal su relación con Barcelona?
En el mejor punto. Tuvimos una época que era también extraordinaria,
en la que muchos cantantes vivíamos en Barcelona: en tiempos de Juan
Antonio Pamies veníamos todos a pasar las Navidades... Montserrat,
Jaime, Pedro Lavirgen, Joan Pons que estaba empezando... Pero la época
actual del Liceu es magnífica, con gran cantidad de óperas y de títulos
de todo tipo. Siempre fue el teatro con más tradición de España y el
público es fantástico. Falté unos años por circunstancias pero al
volver, con Parsifal o La Valkiria, tuve una entrega total.
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¿Y cómo cree que encajará el público de Madrid las propuestas de Gerard Mortier?
No siempre todo el mundo estará contento con lo que haces. En el Real
hay un público muy fiel, abonados. Se han hecho cosas nuevas o poco
representadas, pero necesita calentarse con un repertorio más continuo,
de los que calientan el teatro.
Maricel Chavarría
La Vanguardia 3-07-2011
http://www.lavanguardia.com/fotos/20110703/54179816869/placido-domingo-en-el-cercle-del-liceu.html
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