Vaya por delante que como la Gala de ayer era un homenaje a Plácido Domingo, lo más importante era que él fuera quien disfrutara y se emocionara. Y eso se consiguió con creces, las imágenes pueden dar fe de sus lágrimas y su voz entrecortada en varias ocasiones. Objetivo cumplido, pues.
Pero un Concierto Homenaje en el 70 cumpleaños de Plácido genera muchas expectativas y, en mi opinión, alguna no se vio cumplida. No me refiero a los nombres de los participantes en la gala: es obvio que era imposible que estuvieran presenten todos los cantantes que consideran a Plácido un gran maestro o un magnífico compañero. Los que estuvieron, cumplieron perfectamente su función, cantando en una gama que va de correcta a maravillosamente, y aquí ya entran los gustos personales de cada uno.
En mi caso, oír a Bryn Terfel cantando el Te Deum de Tosca fue una magnífica e inesperada sorpresa y eso sólo ya valía por toda la noche. El nombre del galés se había barajado, como otros, pero no había nada confirmado. Por la mañana, Carme y yo estábamos dando un paseo, nos acercamos al Real para ver los preparativos y, justo cuando pasábamos por la puerta de los artistas, vi un hombre alto y de anchas espaldas, con una gorra y un troller, y, sin pensármelo dos veces, grité: BRRRRRYNNNNN !!!!!! Se giró sorprendido y con una amplia sonrisa y pude hablar, con mi inglés básico-elemental-tirando-a-sioux, un poco con él. Terfel siempre me había parecido un cantante extraordinario, con una de esas voces potentes y personalísimas que te envuelven, pero, además es una persona con una afabilidad muy natural y...un hombre muy, muy atractivo. Yo no me fijé, pero Carme me hizo observar después que él, cuando se hizo la foto conmigo, se ladeó estratégicamente la gorra para que la visera le quedara en la parte de atrás y no le cubriera el rostro...cosa que agradezco.
¡Bueno, pues empezaba muy bien el día! Muchas veces he mirado las actuaciones previstas de Terfel, y siempre han sido en sitios a los que me resultaba complicado ir. Tenía muchas, muchísimas ganas de poderlo ver en directo y se añadió a mi alegría cuando, una hora antes del concierto, comprobé en el programa de mano que cantaría el Te Deum de Tosca. Yo nunca he entendido como la temperamental Floria prefiere el blandengue del pintor, que encima le medio-engaña con una rubia, a un hombre de carácter, algo malvadillo, eso si, pero que está totalmente dispuesto a hacer lo que sea por ella.
Ah di quegli occhi
vittoriosi veder la fiamma
illanguidir con spasimo d'amore,
fra le mie braccia...
O sea, que Scarpia es uno de esos personajes a los que todo el mundo odia, y que a mi me encanta. Oírlo cantado en directo por BRRRRYNNNNN ha sido algo totalmente impactante. Tengo que controlarme, porque sino me voy a pasar el post hablando de él, y creo que esperáis otras cosas. Pero estáis avisados que, después de mi shock, Terfel va a aparecer mucho más a menudo en este Blog.
¿Que os estaba contado? Ah si, los cantantes de la Gala. Os dejo la lista y el programa. al final. Para mi gusto, destacaron, a parte de Terfel, Dolora Zajick, Rene Pape, Anja Kampe y Ainhoa Arteta. Paul Groves también, cantó el bellísimo "Au fons du temple saint" con Terfel. Erwin Schrott hizo una personal interpretación de "Madamina, il catalogo è questo", digamos que poco ortodoxa, pero que encantó al público. Como obsequio especial de Mortier (director del Real), se estrenó una interesante composición de Tan Dun, especialmente para la ocasión, titulada PLA-CI-DO.
Después de la interpretación del "Tutto nel mondo è burla", apareció en escena, recibida con grandes aplausos, Teresa Berganza, que hizo con mucha gracia un breve parlamento y le canto a Plácido el "Happy Birthday to you". También pidió, y consiguió, que Plácido bajara al escenario. Durante todo el concierto, había estado en el Palco Real, entre la infanta Pilar y la reina Sofia. Una vez en el escenario, recibió ovaciones y bravos, y se mostró muy emocionado y feliz.
Pero aquí vuelvo al inicio de esta crónica: en el exterior, las personas que contemplaban el concierto estaban a cero grados o menos, porque encima hacía un viento que causaba una sensación aún mayor de frío. Pero cuando Plácido salió al balcón a saludar a su público externo, la espontaneidad, la comunicación, la alegría y, en definitiva, el calor del amor de la gente hacia Plácido fluyeron mucho mejor que los aplausos del interior. Una parte importante del aforo estaba ocupado por gente que era obvio que asistía ante todo al acontecimiento social: vestuario extremadamente "acicalado", mucha preocupación por quien estaba y quien no, mucho protocolo, muchas actitudes de "corte" (cortesanas), se añadían a grandes despliegues por parte de alguna de las autoridades locales, que tenían una docena de guardaespaldas abriendo paso, dejando un gran espacio vacío mientras la gente se apretaba en los laterales del pasillo...por ejemplo, la presidenta de la Comunidad de Madrid. Exagerado, muy exagerado, de una gran prepotencia. Después había otro "colectivo": a mi alrededor, por ejemplo, tenia una docena de señoras alemanas que ocupaban la primera fila de unos cuantos palcos...y que tenia muy poca pinta de haber comprado esas entradas por Internet. Agencias de viaje que se ponen de acuerdo directamente con los teatros para vender luego el pack "entrada+vuelo+hotel" a precios desorbitados. Nada que objetar, pero eso deja fuera a los aficionados y seguidores que ya no tienen oportunidad de adquirir esas entradas. Encontré a faltar a los fans de Plácido "de los de siempre", esos que bravean, gritan, tiran papelitos o cuelgan pancartas, y aplauden larguisimos minutos, decenas de minutos. Como los seguidores de Rolando Villazón en muchos sitios o los de Edita Gruberova en el Liceu, por poner dos ejemplos que conozco de cerca. Si, hubo largos aplausos, pero sin pasarse. Me pareció todo demasiado formal, demasiado contenido, pulcro, previsible. Y esa sensación se desvaneció cuando salí al exterior, donde me esperaba una Carme congelada, como todo el público que había seguido el concierto por la pantalla gigante, y presencié su descongelación inmediata cuando salió Plácido al balcón, su alegría , sus gritos, su espontaneidad. Y tuve muy claro que los de fuera deberían haber estado dentro y los de dentro, fuera...aunque entonces aquello hubiera quedado vacío, porque sólo unos pocos habrían aguantado más de cinco minutos.
Dejo para otro post los detalles de la salida de artistas.