25 mars 2010

ROLANDO, QUANTO E BELLO, QUANTO E CARO !



Finalmente consigo encontrar un poco de tiempo, no mucho (de aquí pocas horas salgo hacía Berlin) para escribir algo sobre el Elisir de la noche del 22. He preferido priorizar fotos y el enlace con el video de Youtube, porque eso es lo importante, lo que podéis ver y oir. No haria falta mucha explicación mia, porque en eso, en lo que se ve y se oye de Rolando está la esencia de la noche. Yo os puedo contar algun detalle complementario, pero sin demasiado interés, la verdad.

Yo no había estado nunca en Viena y, de hecho, aún no he estado nunca. Sólo los diez minutos de paseo del City Airport Train al Hotel, y los cinco minutos desde éste a la Staatsoper. Llegar, ir a la habitación, descansar una hora, una ducha, arreglarse (un poco sólo) y hacia la Ópera.

Me acompañaban la francesa Daniele y la húngara Elèonore, que, por la mañana, si que habian tenido algo de tiempo para pasear un poco e incluso para conseguir una entrada en el mercado negro, abundante y visible en Viena. No acabo de entender que en paises civilizados esto esté tan institucionalizado y, menos aún, lo que no es negro, sino muy blanco: empresas que comprar las mejores entradas (primeras filas, por ejemplo) a la ópera, y luego las revenden a un precio bastante superior, todo dentro de la más estricta legalidad. Antes podía tener un cierto sentido, porque no había manera de adquirir la entradas que no fuera la presencial, y prestaban ese servicio a los foráneos, pero ahora, con la venta telefónica y por Internet, eso deberia ser un privilegio (un timo) a abolir.

Pero volvamos a la Staatsoper a las 6:30 de la tarde: en el ambiente flotaba ya el presagio de la noche mágica que íbamos a vivir. Se veia la expectación y la ilusión en todos los rostros, menos en los de aquellos que con un cartelito de "se busca entrada" se habia negado a pagar los abusivos precios del mercado negro y esperaban en las taquillas oficiales por si alguien devolvía o vendía alguna entrada sobrante.



Entramos dentro y llegaron entonces Sandro, Nadia y Margherita, que nos enseñaron la pancarta que habian preparado, puesto que el palco en el que estaban era un sitio estupendo para sacarla al final. Nos fotografiamos en el pasillo con ella, hicimos la entrega de chapas para lucir en la solapa, cada uno se fue a su localidad, y empezó la función.

Fue inevitable que en el momento en el que apareció por primera vez Rolando, a los tres minutos, cuando empieza a cantar el coro, la sala entera estallara en un atronador aplauso, que se prolongó varios minutos. ¡Rolando, en el escenario, al fin!

Y enseguida, el Quanto e bella, quanto e cara. Rolando en el escenario, y su voz otra vez, su voz, pero no exactamente la misma, sino otra más oscura, más madura, más bella, si cabe....


Aplausos al final, como luego sucedio con muchos otros fragmentos. El público totalmente rendido, totalmente en silencio, pendientes de cada movimiento de Rolando, absorbiendo su voz con sed, con hambre, con necesidad de oir esa voz otra vez. Todos magnéticamente atrapados por Rolando.

Y Rolando cantando y actuando, mucho, como siempre, pero aún añadiendo matices, pequeños gestos, casi imperceptibles, pero que no se escapaban a nadie. Rolando tambien tenia esa gran sed, esa gran hambre, de darlo todo en el escenario, y se notaba su total entrega, su voluntad de regalarnos mucho de él, todo, en realidad.

Los malabarismos ya conocidos con las pelotitas tuvieron esta vez una segunda parte, con tres bolos de colores, que Rolando manejó a la perfección, provocando la hilaridad del público.


Y en el segundo acto llegó el momento cumbre, la Furtiva. Rolando puso toda la carne en el asador (o todas la verduras en la parrilla, para los vegetarianos) y nos cantó una Furtiva en estado de gracia, totalmente entregado, con toda la belleza y el lirismo de su voz,  que llevó al público al éxtasis.



Aplausos atronadores, bravos, pataleos en el suelo de madera. Muchos minutos, siete, sin perder intensidad. Holender (director de la Staatsoper) negó el bis, y donde manda patrón no manda Nemorino. El repertorio de gestos y expresiones faciales de Rolando, sentado en un banco escuchado al público, fue memorable. A mi me parecio como si se sumergiera en el mar, como si se dejara empapar totalmente por el estruendo de su público, como una esponja.

¿Y el Elisir? Pues muy bien, creo. Ekaterina Siurina estuvo perfecta, graciosa, muy buena compañera para ese momento en que todo el mundo sabía que era lo que contaba en esa función. Ella no se amedrentó por eso, y puso todo su esfuerzo en el papel, y lo hizo muy convincentemente. Muy grata sorpresa también Dulcamara, el barítono italiano Ambrogio Maestri. Un poco por debajo, el Belcore de Tae Joong Yang, seguro, pero poco expresivo y Anita Hartig en una insuficiente Gianetta. Daniele Callegari dirigió con soltura, lúdico y sólido.


Al final, se desataron otra vez aplausos, vítores, bravos, mucho, mucho rato, veinticinco minutos, ininterrumpidamente. Rolando, evidentemente feliz, saludaba una y otra vez, se arrodillaba, besaba el suelo, se levantaba de un salto, entraba gritando detrás el telón, volvía a salir saltando, enviaba besos, se ponía las manos en el corazón y las abría a su público...Una gran noche, la del retorno de Rolando. Nadie que estuvo allí lo olvidará, eso era mucho más que Ópera, era el reencuento con alguien muy, muy querido, muy añorado, muy necesario, que vuelve, despues de una larga ausencia, para quedarse. 

EPÍLOGO

Rolando debía marchar al día siguiente muy pronto de Viena, para asistir a un ensayo del Eugene Onegin en Berlin. No pudo quedarse para atender a la multitud de seguidores que le aguardaban en la salida de artistas. Tuve la fortuna de poder hablar con él, y me transmitió dos cosas: por un lado sus disculpas por no poder atender a estas personas, diciendo que lo lamentaba mucho, pero que le era totalmente imposible. Y también su agradecimiento a todos vosotros, a todos los que le habéis apoyado, con mensajes, con cartas, a traves de Internet, su agradecimiento a todos sus fans y a los Villazonistas. Remarcó la importancia de este soporte para sobrellevar esos meses y lo que le ha ayudado en su recuperación. 

Y me habló de lo que le gustó nuestro video de "imágenes para Rolando" y, aunque yo le dije que eso no podía decirlo aquí, él me insistió en que lo dijera: lee a menudo el blog.

Yo volví hacia el hotel y en el vestíbulo me encontre a las amigas alemanas, tomándose un tequila (o varios) a la salud de nuestro mexicano preferido. Estuve un buen rato charlando con ellas, son realmente encantadoras, cálidas y de un villazonismo-villazoniker a prueba de bombas. 

No suelo hablar de mi misma en los post, alguna vez tangencialmente, porque yo no soy la protagonista del blog. Pero me apetece contarlo esta vez: yo estuve muy serena, antes, durante y despues de todos estos hechos. Debía estar pendiente de tantas cosas, de tanta gente, de tantas situaciones nuevas, que el mismo esfuerzo en que todo saliera lo mejor posible me preservó de cualquier estado de nervios o intranquilidad. Todo salió  a la perfección, pero en el momento en que, ya muy entrada la noche, me puse delante del ordenador para redactar el primer post de urgencia, fue como si os viera a todos los que lo esperábais a través de la pantalla, como si la fuerza de vuestra emocionada espera me llegara de golpe, me tocara y, entonces si, deje ir unas cuantas nada furtivas lágrimas.

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