La noche del miércoles 5 de julio se presentaba calurosa en Madrid, después de un día de calor infernal, ese calor seco y elevado del interior de la Península, que derrite hasta las piedras.Pero algunos afortunados, exactamente 2.400, tenían la esperanza de pasar una velada a la fresca, y, sobre todo, refrescar los oídos y la mente escuchando al Maestro Barenboim y su Orquesta West-Eastern Divan, formada por 103 jóvenes músicos de entre 12 y 31 años, 42 árabes -de Siria, Egipto, Jordania, Líbano y Palestina-, 37 israelíes, 20 españoles y otros cuatro artistas de distintas nacionalidades.Es el sexto año que Barenboim actúa para los madrileños, en concierto gratuito dentro de la programación de verano del Ayuntamiento (Los Veranos de la Villa). En las anteriores ocasiones, el espacio elegido fue la bella Plaza Mayor, con una capacidad de 4.500 localidades de asiento y tres mil más de pie. Este año se decidió cambiar a la Puerta del Ángel, en un escenario al aire libre, situado en la Casa de Campo, al lado del río.
Yo no había conseguido entrada, que se habían distribuido el día 3, con largas colas, en el mismo recinto, muy alejado del centro. Sólo los que ya estaban de vacaciones o los que no trabajaban pudieron acercarse en el horario de mañana para recogerlas. Se acabaron en dos horas, claro.
Pero, aunque no pudiera ver el espectáculo, tenía la esperanza de oírlo casi como si estuviera dentro, colocándome en la ladera inclinada a la derecha del escenario. Pero antes de dirigirnos allí, mi amiga y yo decidimos acercarnos a la entrada, para ver como estaba el ambiente. Centenares de felices madrileños se dirigían al control de acceso, entradas en mano, y , por otro lado, decenas de decepcionados madrileños iban de grupo en grupo preguntando si sobraba alguna entrada. Incluso algunos iban con cartelitos solicitándolas, con frases tan imperativas como: NECESITO ENTRADA.
Visto el panorama, mi amiga y yo nos dirigíamos ya a buscar un buen lugar en la ladera, cuando a ella se le ocurrió preguntar a un grupito...¿os sobra alguna entrada?....y resultó que entre esas personas estaba una amiga suya del instituto, que hacia 30 años que no veía. Se reconocieron al instante y, después de las exclamaciones iniciales, se nos abrieron las puertas del cielo, cuando nos dijeron que...¡LES SOBRABAN DOS ENTRADAS!
Y, encima, dos entradas bien situadas. Entramos todas en el recinto, hacia las 21:25, aún con luz solar, esperando el inicio del concierto a las 22 h. Tengo que deciros que, después de la alegría inesperada de poder estar dentro, por un momento temí que el concierto se fuera a convertir en un espectáculo de varietés, por parte del público. Junto a gente muy arreglada, como si fueran al Teatro Real (y allí se arreglan muchoooo) había gente que parecía salida de la piscina. Casi todo el mundo aprovechó los momentos previos para sacar el bocadillo, y las tajadas de melón y el tinto de verano corrían entre las gradas presagiando una cierta algarabía. Pero no, en absoluto, sólo iniciarse los primeros acordes, un impresionante silencio se adueño de la concurrencia, y todo el mundo siguió con auténtica devoción el concierto. Y además los madrileños allí presentes demostraron un perfecto estado de salud, muy lejos de las habituales toses del sector tísico del Liceu o del Real, abundante en ambos Teatros.
Barenboim salió a escena con una elegante guayabera blanca, recibiendo calurosos aplausos. El concierto, sin descanso, se compuso de Les Préludes, de Franz Liszt y la Sinfonía fantástica, de Hector Berlioz , dos obras distintas y fundamentales del Romanticismo.
En una rueda de prensa ese mediodía, el maestro había comentado que "Todos los años incorporo a la orquesta una obra clave de la historia de la música, y la Sinfonía fantástica de Berlioz es la primera francesa que tocamos". Y también un recuerdo más sobre Los Preludios de Liszt: "Cuando era un niño, en Israel, había un programa diario de música que se llamaba Escenarios y cortinas, y la presentación se hacía con el primer fortissimo de estos preludios".
Como propina, Bizet en una especie de suite de la ópera Carmen. El público se arrancó allí por palmas, para desconcierto de algunos. Al finalizar, la ovación fue incondicional y atronadora.
En total, una hora y media de bellísima música, con un público feliz de poder estar allí, escuchando una formación y un director de un nivel impresionante, en un viaje que pasó de la bravura a la melancolía, de la esperanza al vértigo, en una sucesión sonora tan bella y emotiva como sólidamente interpretada.
En un solar de al lado se había instalado una pantalla gigante, y quienes no tuvieron la suerte de obtener entrada, al menos contemplaron los primeros planos del escenario, escuchando la música casi como si estuvieran dentro. Esperemos que esa grabación quede registrada y la emitan algún dia por televisión.
Los días anteriores al concierto se había generado un cierto malestar entre una parte de la ciudadanía, por la reducción del aforo en más de dos tercios (de 7500 a 2400), por la peor accesibilidad (la Plaza Mayor está en el centro de la ciudad, con inmejorables comunicaciones, el actual recinto está alejado y mal comunicado), por la sonoridad deficiente del recinto (más abierto), y también por otra comparación: este concierto le cuesta al Ayuntamiento más de lo que se gasta en la Banda Sinfónica Municipal en todo el año... tendrán razón, pero la solución no está en optar entre esas dos formaciones musicales, sino en destinar más dinero a la cultura, a la música, en lugar de tener la ciudad totalmente "patas arriba" en interminables obras que se superponen y alternan, sin coordinación, para mayor gloria de...las empresas constructoras, sus propietarios, y los amigos de sus propietarios.
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